El Tigre no solo te lleva al parque de la costa.
Al rededor de los cuatro o cinco años, un día que prometía ser el más feliz de mi vida, no podía ser de otra manera, mamá y papá estaban juntos e íbamos a ir al parque de la costa. Mami usaba en esa época pantalones tiro bajo y pañuelo con brillos, papi llevaba jeans negros y la remera de su banda favorita, banda que a mamá también le encantaba. Nos subimos al chárter desde Chivilcoy y nos encaminamos a la ciudad del Delta. Mamá y papá con tan solo 24 y 21 años, con poca experiencia llevaban a su pequeña princesa a una tarde maravillosa. Del chárter mucho no me acuerdo, pero si de cuando llegamos, me sentía ni más ni menos que en Disney. Mi ansiedad era mucha y la fila para sacar las entradas parecía eterna. Seguramente no pasaron mas de veinte minutos, los que en mi yo de cuatro años parecieron cinco horas. Entradas en mano, y pasaban por las grandes rejas de la entrada Loli Martin y Martina. No me daban los pequeños ojitos para mirar todo lo que había, estaba totalmente anonadada, todos esos juegos, llenos de luces y colores, eran para mi. Loli se subió a la montaña rusa roja, recuerdo desde abajo temer por la vida de mi mami, después se subió Martin, turnándose ya que no me podían dejar sola (recuerdo que había mucha gente, y me ponía intranquila porque pensaba que me iban a robar), en el turno de papá ya estaba un poco más tranquila al ver que no pasaba nada y todos bajaban vivos. La tarde fue transcurriendo, pasamos por todos los juegos a los que yo me podía subir, hasta paseamos en unos botecitos y nos mojamos todos, a pura risa, empezó a caer la tarde.
La oscuridad hizo su acto de presencia y fuimos al buffet del parque para recargar energías, también para comprar mucho merchandising. Empezó el show y "los amigos del parque de la costa" aparecieron. Bailamos, me saqué fotos, nos reímos, mamá se veía muy feliz, papá también, pero lo notaba con un poco de ansiedad. El final del día perfecto se aproximaba, nos quedamos hasta que nos pidieron amablemente que nos retiremos.
Arrancamos a caminar, ya era de noche y no se veía tan bien, no tenía ni idea de que rumbo estábamos tomando. Llegamos a una calle bastante oscura y mi pequeña mente empezó a hacerse preguntas, eso no parecía un lugar seguro, ¿por qué andábamos por ahí?, a lo lejos se veía un amontonamiento de gente, aunque replanteándomelo, cada vez estábamos más cerca de ese montón de cabezas apretadas. Los segundos pasaron y de repente yo era una cabeza más de esas. Papá estaba muy emocionado, me trajo un poco de tranquilidad pensar que él si sabía donde estábamos y no tenía miedo, a mamá no recuerdo qué cara le vi. Había una pequeña ventanita, con un cartel de "AGOTADO". Estaban todos vestidos de negro, había mucho olor a gente, a transpiración, a cigarrillo, tal vez, si mi mente hubiera conocido el término en aquel entonces, también podría haber sentido el olor a euforia y fanatismo. Se escucha un ruido fuerte desde adentro, algo como... ¿música? Alguien está cantando. De repente algo fuerte me empuja hacia adelante con toda su fuerza, mi cuerpito de tan solo 5 años se topa con el de adelante, ¿Qué esta pasando? Se enloquecieron. Me quiero ir de acá, no estoy cómoda y mucho menos contenta. Mami me agarra bien fuerte la mano, a papi no lo veo. La gente con olor me sigue empujando, creo que quiero llorar. Un policía sale corriendo por delante mío, me choca y se me corta la respiración. ¿Voy a ir presa? ¿Me van a separar de mi mamá? ¿Qué hice mal? Logro divisar a papá pero esta lejos. Un hombre gordo le grita a mi mami que entre porque sino la gente me iba a terminar aplastando, aparece papá y lo hacen pasar con nosotras. Por fin juntos los tres otra vez. Una vez adentro el lugar estaba oscuro, con Loli nos quedamos a un costado y Martin se fue con la gente de olor. Seguía sin entender, le digo a mamá que me quiero ir y me largo a llorar porque juraba que el policía me iba a ir a buscar para ponerme tras las rejas y separarme de mis papás, tenía razón, yo no tenía el papel amarillo con el que se podía pasar. Pero ahora creo escuchar la canción que papá me enseñó de la banda que le gusta a él, ¡Claro! ¡Eso era, la banda favorita de mami y papi! De todas maneras me quiero ir, aunque me hayan dicho que estaba todo bien y que nadie me iba a separar de mis personas favoritas, que nos podíamos quedar ahí. Loli entiende mi miedo, nada de lo que me digan me iba a tranquilizar, le dice a Martín que se quede unas canciones más, ella iba afuera conmigo. Recuerdo salir y ver que ya no había tantas personas, muy pocas de hecho, hicimos una o dos cuadras por la calle oscura y apareció Tincho por detrás de nosotras. Creo que nos vamos a casa, el maravilloso día del Parque de la Costa (y algo más) terminó. De camino a Chivilcoy entendí que no era casualidad que hayamos ido ese día al parque, también entendí que papá había pasado gratis al recital de su banda favorita y lo hice salir, me sentí un poco mal por eso, pero no me importaba porque ahora estaba en un lugar seguro volviendo con los dos y eso era todo. Muchos años después también entendí, muchas cosas más, de las cuales podríamos hablar horas y horas, pero aquella pequeña niña hoy está elaborando su tesis en el campo familiar abajo de la sombra, para tener el título lo antes posible e irse a vivir a Nueva York, a un departamento con grandes ventanales y rústico, que le llevó meses encontrar. Es economista, y aunque ellos ya no están juntos, es el orgullo de ambos. Loli sigue su vida como administrativa de una gran empresa, le encanta la moda y disfruta de tomar sol cuando termina de trabajar. Martín, por su lado, es corredor de bolsa y disfruta de comprar departamentos, decorarlos con su novio y alquilarlos.
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